Para muchas familias, tener que dividir la empresa familiar es algo negativo e, incluso, muy temido. Cuando pasa, a menudo los familiares lo viven como un fracaso o como un final. Así que entendemos que pueda pareceros extraño el hecho de pensar que repartir el negocio entre las distintas ramas pueda ser sinónimo de continuidad, tal y como señalamos en el título del artículo. Pero a continuación os explicaremos el porqué…
Es verdad que, a priori, el separarnos puede parecer el fin de la empresa familiar. Al fin y al cabo, la razón de ser de una empresa familiar es la de que la empresa continúe a lo largo de las generaciones en manos de la familia, ¿no? Ahora bien, hay determinados casos en los que dividir la empresa familiar entre los familiares, por ramas de actividad o por zonas geográficas, es la solución que necesitan la empresa y la familia.
En Family Business Solutions hemos trabajado con varias familias en las que ha sido algo positivo, necesario y eficaz, a pesar de las dificultades y del coste que conlleva. Para ellas, dividir la empresa familiar en dos, tres o más sociedades fue sinónimo de continuidad de la empresa familiar y de la familia empresaria.
El lado positivo de dividir la empresa familiar entre distintas ramas
El objetivo de dividir una empresa familiar es que los negocios resultantes puedan llevar a cabo su estrategia empresarial de forma independiente y seguir con su camino y modelo de negocio sin que se resienta la armonía familiar.
Por ello, por un lado, podemos decir que es la forma de que la actividad empresarial continúe y preservar así el legado empresarial que abuelos o padres fundaron en el pasado, aunque de forma repartida. Permite además que cada uno encuentre sus propios espacios en su rama del negocio y puede ser la única solución en caso de visión no compartida imposible de reconducir.
Por otro lado, permite que la familia se proteja de posibles (o certeros) conflictos familiares futuros. Precisamente, es una opción que nosotros recomendamos valorar cuando hay incompatibilidades importantes entre los familiares que hacen inviable el continuar juntos en el negocio, que pueden comprometer el futuro empresarial o cuando corremos el riesgo de dañar gravemente las relaciones familiares, quizá de forma irreparable, llegando a la ruptura familiar y/o entre socios.
Aun así, no todos son ventajas. Si se hace mal, dividir la empresa familiar puede conllevar fuertes tensiones familiares o entre los socios que consigan el efecto contrario o tener implicaciones en otros negocios o patrimonio compartido. Y, además, tengamos en cuenta que puede tener un impacto fiscal, en el nivel de solvencia y rentabilidad, en nuestra marca o en el mercado que no podemos menospreciar.
Así que, en conclusión, continuar separados también es una forma de darle continuidad a la empresa familiar y quizás sea la solución óptima. Pero deberemos ser cautos antes de tomar la decisión de dividir la empresa familiar y, sobre todo, solicitar un buen asesoramiento por parte de un experto en empresa familiar.