Aunque pocas familias lo admiten, no es raro encontrarse con casos de chantaje emocional en la empresa familiar. Mezclar empresa y familia hace que entren en juego los sentimientos y también los riesgos que ello conlleva.
Con el chantaje emocional se puede conseguir que, apelando al afecto mutuo que se tiene con la otra persona, esta tome la decisión que queremos. Hay chantaje emocional en la empresa familiar en cualquier situación, por sutil que sea, en que se presione sentimentalmente, se manipule y/o se haga sentir culpable a otro miembro de la familia para conseguir determinados propósitos, aunque se haga inconscientemente. Pero, en cambio, no lo hay cuando se presiona con argumentos empresariales, por ejemplo.
Os pondré algunos ejemplos de chantaje emocional en la empresa familiar con los que quizá ya os habéis encontrado en vuestro negocio familiar (o quizá con otros parecidos):
- A cualquier miembro de la familia le será difícil despedir a un mal trabajador que resulta que es su sobrino si recibe una llamada de su hermana llorando para pedirle que no le despida, porque sus nietos «se quedarán sin comer». Y lo mismo pasaría si lo que se está pidiendo es un ascenso porque «me debes un favor», por ejemplo.
- También hay chantaje emocional si, a pesar de que no es su vocación, alguno de los hijos del fundador se ha quedado a trabajar en el negocio familiar porque su padre/madre le ha presionado para continuar con el negocio de la familia «por el bien de todos» o «porque si no la empresa tendrá que cerrar».
Afrontar el chantaje emocional en la empresa familiar
Llegados a este punto del artículo creo que es evidente que el chantaje emocional en la empresa familiar suele terminar afectando a la armonía familiar y a la eficacia empresarial. Hay que evitarlo a toda costa y eso pasa por saber decir que no, tomando decisiones racionales (y no sentimentales) sin sentirse culpable por ello.
Para afrontar el chantaje emocional en la empresa familiar os recomiendo que seáis conscientes del sombrero que lleváis puesto en cada momento (de familiar, de empresario o de accionistas). Cuando llevéis puesto el sombrero de empresario tendréis que separar los intereses de la empresa de los de la familia o de los accionistas.
Para ello, deberéis centraros en los argumentos racionales o empresariales, basados en los datos objetivos del negocio para decidir, y no en la relación familiar o en el cariño que os une. De esta manera, os será más fácil tomar las decisiones sin dejaros influir por condicionantes emocionales.